10% descuento al suscribirte
Durante el proceso del vino hemos ido viendo las distintas etapas que se llevan a cabo para obtener nuestros deliciosos caldos. De hecho, todos hemos escuchado hablar en numerosas ocasiones de la fermentación del vino, así que vamos a analizar con un poco más de detalle en qué consiste.
La fermentación hace referencia al proceso bioquímico por el que una sustancia orgánica se transforma en otra. Y aunque existen distintos tipos de fermentación, queremos centrarnos en la que nos afecta directamente en la elaboración de nuestros vinos.
La fermentación alcohólica es el proceso de fermentación del mosto que consiste en la transformación de los azúcares que contiene la uva en alcohol, por medio de la acción de las levaduras que se encuentran en la piel de la uva. El producto obtenido, en su gran mayoría, es alcohol etílico, aunque de este proceso también se obtiene dióxido de carbono. Precisamente, este gas es el que provoca que durante este proceso el vino parezca que está hirviendo.
Durante la fermentación se liberan sustancias como el glicerol, el ácido succínico, el ácido acético y alcoholes superiores que pueden influir en la calidad final de un vino. De hecho, a lo largo de este proceso natural se llegan a producir más de una treintena de reacciones químicas.
En la fermentación hay que tener en cuenta las variables que afectan a la misma:
A medida que el proceso de fermentación va avanzando se va reduciendo el contenido de azúcar en el vino y va aumentando la presencia de alcohol. De esta manera, las levaduras se van muriendo poco a poco por falta de alimento y el proceso se detiene, obteniéndose un vino seco, sin azúcar. Si uno desea crear vinos más dulces deberá detener la fermentación antes, bien reduciendo la temperatura o bien filtrando para quitar las levaduras que causan la fermentación. Dejando la cantidad de azúcar que el enólogo desee tener en el futuro vino.